domingo, 1 de noviembre de 2009

Pronunciamiento octubre 2009

Arte, institución y poder
Por Christian León

El arte es una esfera atravesada por relaciones económicas, sociales y de poder. Sería ingenuo negarlo. Sin embargo, me pregunto: ¿hasta dónde puede ‘negociar’ el arte con el poder político?

En un país como el nuestro, donde el campo artístico es frágil, la pregunta tiene una actualidad permanente. La historia reciente está llena de casos en los cuales la autoridad estatal (sea esta nacional, regional o municipal) le hizo saber al arte quién manda. A través de la censura, el silenciamiento, la invisibilización, obras que han incomodado al poder fueron desautorizadas saltándose toda la esfera artística. Artistas tan diversos como Hernán Zúñiga, Marcelo Aguirre, Julio Mosquera, Fabiano Kueva, Wilson Paccha, Santiago Reyes o Betto Villacís fueron sujetos de estos mecanismos.

Recientemente fui invitado a participar como jurado de pintura en el Festival Artes al Aire Libre (FAAL), en Guayaquil. Luego de una ardua deliberación, los miembros del jurado premiamos la obra que consideramos la mejor. Pocos días más tarde, fuimos invitados a reconsiderar el dictamen porque la obra trabaja con una temática incómoda para las autoridades políticas de la ciudad. Ya sin mi participación, se reestructuró el veredicto y se dejó sin premio a la obra en cuestión.

Al margen de toda consideración personal, creo que este es un episodio tremendamente nocivo para la escena artística ecuatoriana. Leo en él una desvalorización de las prácticas profesionales y artísticas. Una reducción de la separación mínima de tareas que garantizan el funcionamiento de la cultura y la sociedad.

Pero más importante aún, veo en ese acto un afianzamiento de prácticas autoritarias que silencian la capacidad de debate en el campo cultural, limitan el libre flujo simbólico y anclan la agenda artística a las necesidades del poder. Cualquier práctica que desafía el mantenimiento del orden y la autoridad es considerada peligrosa. Consecuentemente, es silenciada a cualquier precio.

Cuando en el país asistimos a un recambio generacional en el campo de las artes y la institucionalidad cultural, parece indispensable erradicar prácticas autoritarias y patriarcales que nos llevarían a los mismos errores del pasado. La escena artística ecuatoriana, en plena renovación, requiere diálogos abiertos en donde los agentes del campo de arte polemicen y deliberen por fuera de imposiciones unilaterales.

Las prácticas para-institucionales nos afectan a todos los agentes que de una u otra manera estamos tratando de construir un campo artístico y cultural nuevo. Es urgente que artistas, curadores, críticos, historiadores y docentes tengamos una posición vigilante y crítica respecto de imposiciones ‘dilucidadas’ desde la arbitrariedad del poder.

Es necesario abrir un debate sobre la institucionalidad del arte en nuestro país, que avale la subsistencia de una diversidad estética, política y conceptual liberada de la tutela de la autoridad estatal. Este es un aspecto innegociable sin el cual no podrán existir instituciones artísticas capaces de plantearse procesos a largo plazo.

El Telégrafo, 22 de octubre, 2009


“No importa, la pintura era mala”

En tiempos de “liberalismo democrático”, los miembros de La Tronkal. Grupo de trabajo geopolíticas y prácticas simbólicas llamamos la atención sobre las fuerzas en juego que subyacen a las relaciones de poder y que permean el campo artístico y cultural. Es urgente cuestionar cuáles son las implicaciones éticas y políticas de nuestro accionar. Es necesario un lugar de enunciación crítico y autocrítico que resista la instrumentalización desde del Estado, las industrias culturales y el mercado. Es fácil constatar que el capitalismo cultural se encuentra empeñado en neutralizar y despolitizar el poder disruptivo de las prácticas críticas del arte.

Somos testigos de cómo la matriz de poder opera históricamente en la escena del arte ecuatoriano; de cómo una serie de prácticas patriarcales, autoritarias y colonialistas logran controlar, vigilar, censurar y vaciar la capacidad crítica del arte; y de cómo ciertos actores de la escena artística y cultural encubren sus sintonías con el poder dominante tras una constante lógica subalternizadora. Bajo la ficción de una aparente negociación impiden enfrentar la colonialidad del ser, del saber y del hacer. El abuso del poder se actualiza constantemente. Una serie de mecanismos “simulan” la participación democrática de los actores culturales, cuando en realidad las cartas ya están jugadas, y los límites al arte claramente impuestos.

En el horizonte de estas reflexiones, quienes hacemos La Tronkal -críticos de los relatos dominantes- reivindicamos al arte como motor indispensable para la construcción y activación de la esfera pública. A través de la interlocución, acción y reflexión entre prácticas artísticas, culturales y sociales es posible suscitar debates, discrepancias y acuerdos. En el diálogo se genera la necesaria pluriversalidad epistémica de las prácticas artísticas confrontada con las múltiples formas de domesticación, sujeción y opresión.

Inspirados en la larga trayectoria de las luchas decoloniales, más que nunca vigentes, apoyamos la participación horizontal en los procesos de producción, circulación, validación y crítica de lo simbólico. Desde La Tronkal exigimos el respeto de las distintas formas de creación e interpretación, razón por la que repudiamos todo tipo de autoritarismo heredero de la larga noche colonial que se reactualiza a nombre de la “democracia” y la “participación”.

Invitamos a revisar la matriz de poder que el discurso “autorizado” del arte pretende naturalizar, evadiendo la reflexión y arrogándose la función de calificar productos artísticos como buenos o malos. Solo desde la pervivencia de este patrón de poder es posible situarse como exégeta y cínicamente afirmar, en sintonía con el poder hegemónico, “no importa, la pintura era mala”. Por esto repudiamos la desautorización y censura. Convocamos a un diálogo abierto para el afianzamiento de nuestras prácticas simbólicas.


La Tronkal. Grupo de trabajo geopolíticas y prácticas simbólicas
Miguel Alvear, María Fernanda Cartagena, Mayra Estévez Trujillo, Falco (Fernando Falconí), Samuel Fierro, Alex Schlenker, Edgar Vega.

23 de octubre, 2009

1 comentarios:

transamérica dijo...

Iniciativa valiosa en la línea de autonomía crítica que esperamos compartir desde similares iniciativas nuestras, en el Departamento de Artes Visuales del Instituto Univerisitario del Arte, universidad nacional argentina. Héctor Marteau Secretario de posgrado hmarteau@gmail.com

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